martes, 3 de noviembre de 2009

La deriva virtual

Desde luego que a veces transitar por internet puede asemejarse mucho a una deriva. Esto, sin llegar a serlo, por descontado. En esta ocasión he ido de un lugar a otro sin rumbo determinado, a golpe de ratón, encontrándome con la siguiente página

http://www.panview.org/panview.html

La primera referencia que encontramos aquí es la del señor Chombart de Lauwe, sociólogo de la ciudad, la mujer y la gente joven, que se entretenía en perseguir a su vecina deambulando por los canales normativos que ésta transitaba. Los autores del proyecto Panview, según creo, proponen algo relacionado mediante un despliegue técnico a doble pantalla, bicicleta estática y pulsadores con puertos MIDI incluidos. Se trata de una especie de deriva a lo Lauwe pero en un entorno de grabaciones que son la base de datos en la que el espectador sigue a cinco personajes a su libre albedrío configurando un relato hipertextual, entrecruzado y demás. Estos cinco personajes son una suerte de arquetipos de la ciudad actual, vamos que, si hablamos de un oficinista éste irá a la oficina a trabajar, si se trata de un vagabundo irá al parque a beber un brick de vino y si es una estudiante de clase media alta, como la que perseguía Lauwe, pues irá a clases de piano, por poner ejemplo. Esto lo supongo, vamos, pero en concreto la ciudad virtual del proyecto Panview es una mezcla de mapeados de distintas ciudades (Nueva York, Barcelona...) y sus personajes, clichés (así los definen) de diferentes estratos sociales. Conceptos claves son la video vigilancia y el vouyerismo. El primero, para los autores, es un ejercicio de represión y control [Foucault] y el segundo una forma de ocio mediatizada y actual. Por supuesto, los clichés hacen referencia a situaciones incómodas de la sociedad postmoderna.

Creo que la propuesta es interesante en tanto trata estos temas que tanto me interesan (situacionismo, urbe…) y que he recogido en este blog pero hay varios aspectos que me gustaría contrastar. Lo primero que ha suscitado cierta desconfianza en mí es la bicicleta. La bicicleta no es más que un instrumento que te permite transitar por el entorno virtual. La bicicleta es, dicho de otro modo, un ratón de ordenador un poco más grande y quizá hasta más sofisticado. Me pregunto ¿por qué una bicicleta y no un ratón? supongo que la experiencia será algo más entretenida subido a una bicicleta que sentado en una mesa, puede que más cómodo o más incómodo pero, al final, el estar subido a una bicicleta o sentado en una mesa no va a cambiar mucho el mundo virtual por el que nos desplazamos. Nuestras limitadas libertades en este mundo van a ser las mismas, pues estamos en un mundo de ceros y unos donde cero es no dar pedaladas y uno, pedalear. Si pedaleas con las manos también es un uno. Si le preguntas a la señorita que vive en el Barrio rojo 3.0 (pedaleando con los pies o con las manos), cero te responderá equis y si le preguntas uno pues también equis, pero no puedes preguntarle otra cosa que no sea cero ni uno, ni ella podrá responderte cualquier cosa que no haya sido programada de antemano. Imagino que la prosopopeya de este programa será tal que las variables resultarán prácticamente infinitas pero eso no da lugar para que, en cuentas resumidas, puedas cambiar el entorno virtual todo lo que el entorno virtual te permite ser cambiado, y este entorno no es sino una infinitesimal simplificación del mundo real. Los personajes mismos son simplificaciones que más que reflejar los despropósitos de la ciudad actual reflejarán los despropósitos que los autores del proyecto piensan, tiene la sociedad actual. La vida es, en muchos casos, impredecible y se debe a circunstancias mucho más complejas que unas variables de datos informatizados.

Suena todo muy evidente, claro está, lo que quiero decir es que esta deriva de laboratorio no va a cambiar nada ni fuera ni dentro de la sala donde está colocada la pantalla de este mundo, lo cual no me parece demasiado situacionista. Aquí la situación construida es poco más que un videojuego y no creo que las experiencias que te puede aportar un videojuego sean comparables a las de la vida real. La vida real y la posible es el marco de las teorías del situacionismo y la vida virtual, humo y sombras de caverna platónica, otra cosa.

Todo parece indicar que la acción de Lauwe ha inspirado las formas del proyecto Panview, pero olvidando el importante contenido. De otro lado está el tema de la video vigilancia y el vouyerismo. Como ya he comentado, la posición frente al a estos conceptos es crítica por parte de los autores, lo cual está muy bien. El tema de la video vigilancia se materializa en una especie de panel donde se refleja la vista de varias cámaras situadas en el mundo virtual. Creo en este punto que otros autores que han tratado el tema han sacado más partido a las cámaras hablando de niveles de realidad, intimidad y control a través de sus obras que estas cámaras que, al estar enfocadas al mundo virtual, nos dan una imagen demasiado alejada de nosotros y del mundo. Por ejemplo el IAA (Institute for Applied Autonomy) desde 1998 explora la libre expresión y la vigilancia electrónica con obras algo más reflexivas; Julia Scher en su securityland enfoca el tema de la video vigilancia de manera lúdica y autorreferencial…

Para cerrar una crítica que espero sea de grata acogida por los autores del proyecto y ya de paso invite a algún comentario en este blog desierto, voy a terminar hablando de dos acontecimientos que he observado en la ciudad, no estrictamente artísticos. Quiero nombrarlos porque son acciones urbanas que me han invitado a la reflexión, relacionándolos con el tema que nos ocupa.

El primero de ellos consiste en una serie de manifestaciones que reclaman más espacio para las bicicletas. Algunos días Madrid es tomada por una nutrida concentración de manifestantes montados en bicis que desafían con sus inofensivos timbres y consignas ecológicas el tráfico motorizado, ocasionando bastante descontrol en la vida urbana y estrés en los ya de por sí nerviosos automovilistas. Estos atascos de bicis, como los llaman, son potencialmente situacionistas; reivindican otra realidad a través del tránsito sin objeto práctico y suponen una forma algo inusual de relación con el espacio. Más inusual lo es todavía cuando el sillín de tu bici se eleva metro y medio del suelo, vas disfrazado y encima arrastras contigo unos bafles con música a todo volumen. Como ya he aclarado, no es arte, pero si tengo que pedalear prefiero hacerlo al aire libre por las calles de la vida que en una sala por un entorno pixelizado. He puesto el ejemplo de la manifestación para contrastar dónde un elemento como la bicicleta tiene una presencia debidamente justificada y no es sólo una atracción.

Hay otra cosa que también llamó mi atención y ocurrió en La noche en blanco. Durante este acontecimiento europeo que en España sirve para que las empresas y el Ayuntamiento hagan sus negocios, se colocaron a lo largo de la Gran vía (seguimos en Madrid) unos potentes focos que cambiaban de color maquillando la fachada de los edificios. Este era el famoso Camino de la luz. Hubo otras propuestas igual de ambiciosas y tecnológicas que no sé si merece la pena describir. El caso es que en Plaza de España, nada más salías deslumbrado del Camino de la luz, nos encontramos con un montón de gente saltando a la comba. Ignoro si esto último era parte de La noche en blanco o una mera improvisación con una cuerda bastante larga. Tampoco sé si podemos hablar de un acto artístico en esta ocasión pero la moraleja es que, para que algo artístico sea interesante quizás sea más útil un trozo de cuerda que la más alta y moderna tecnología.

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